Con 6 años, les cantaba canciones a los compañeros de
colegio. Canciones de esa época.
Debo de haber sido engendrado por una melodía, nada de lo que he hecho después,
me ha hecho caminar. Recuerdo cantar canciones de mocedades, de pie, en el
pasillo del autobús que nos llevaba al colegio, darle la brasa en el patio a compañeros
con canciones que oía en el cassette del coche de mis padres: Mungo Jerry,
Beatles, los Llopis, Los Mustang, Wings, Los Javaloyas… me enamoré de una niña de
clase con “People stay” de Jackson Browne..
Eran los 70, mis padres me compraron una guitarra acústica Suzuki
por 7.500 pesetas. Todavía veo alguna de esas por ahí… Pocos saben que los
japoneses hacían auténticas joyas en aquella época. Aún la conservo. Con ella
compuse cientos de canciones que fui guardando en cintas TDK que atesoro en
cajones llenos de recuerdos. Muchas de ellas las grabé más tarde, con
diferentes bandas y en diferentes épocas. A los 35 conseguí que, otro
guitarrista, y tras darle la brasa
varios años, se involucrara en mi proyecto, un disco recopilatorio de las
canciones que más me gustaban, que más me definían, a modo de testamento musical.
Siempre he diferenciado entre la música y la industria
musical. La música no es de nadie, surge a través del compositor, catalizador,
profeta, trovador…pero viene de todos los tiempos y lugares. Se transmite a través
del intérprete y nos salva la vida, nos llena de Dopamina, excita nuestros
transmisores y nos conecta con el universo. Entonces podemos reír, llorar,
pegarnos de hostias, echar un gran polvo o gritar y aullar como un lobo sobre
los valles desde la cima de una montaña.
Los seres humanos pensamos hacia adentro hasta que suena el
ritmo. Entonces nos miramos unos a otros y comienza la magia.
Cuando apareció la industria de la difusión en masa, en
esencia, la televisión, llegó el momento de empaquetar la magia en un
envoltorio hecho de sueños, de historias inventadas, y venderla masivamente a uno
pocos céntimos por pieza. Me imagino a Mozart, Dvorak, Tschaikowsky, nadando en
dinero si la tecnología de la reproducción se hubiera inventado antes. Firmando
autógrafos y leyendo en las gacectas críticas de ignorantes sociópatas con ansias
de popularidad.
La música ya no estaba en un edifico concreto, al alcance de
unos pocos. Entraba en cada casa, a través de los shows televisivos, de las
radios… La tele empezó a controlar un porcentaje de la industria, los djs de la
radio sacaban una pasta poniendo música de otros.
En algunos países como EEUU la meta era el dinero, desde el creador hasta
el vendedor. Todo el mundo podía forrarse.
En otros países, fue rápidamente digerida por el estado y
distribuida según el criterio de su mano negra. En España, grupos como los Mustang fueron los encargados
de traducirla al español, único idioma comprensible para los españoles de
aquella época, para deleite de los guatequeros, de cuyos polvos salimos muchos.
¿De dónde viene este retraso cultural en España?
Al contrario de Otros países, España era un país pobre, en
esencia Caciquista.
Los terratenientes del siglo XVIII, se encontraron de
repente con un siglo XIX industrial y proletario, y tuvieron que pagar un golpe
de estado al ejército para conservar sus privilegios. El proletario volvió a
convertirse en un campesino a las órdenes del señorito, y el país pasó por una
larga etapa de oscuridad musical, donde no había importación ni dinero para
consumir masivamente el producto música.
Los aparatos
reproductores y soportes con canciones grabadas a aguja eran pocos, y estaban
en poder de los agraciados por el régimen. Todo se reducía al NODO y a la radio
estatal, donde nos machacaban los jingles del tipo del Negrito del áfrica tropical y
cantaores folclóricos.
Queda claro, que la música es indispensable. Se utiliza para
levantar masas, para adormecerlas, para despertarlas, para arruinarles la
cuenta corriente…
Parece que solo hay
tres cosas necesarias para tener a la gente unida y manejable: una bandera, una
mentira, y la música. Los tres putos anillos de los elfos.